Ahí estaba… de pie, aguantando los gritos, los insultos. Sin moverse, intentando hacerse entender, sin lograrlo. Sin callarse aunque es lo que debía hacer, no aguantaba más, quería que le escucharan, que le entendieran…
Pero no lo estaba consiguiendo.
- ¡Cállate una vez! – le gritó su padre – ¡No veas las ganas que tengo de levantarme y darte una paliza!
- Si tantas ganas tienes de pegarme, hazlo - ¿Qué se creían? ¿Qué amenazándole le harían callar? Nunca, luchaba por lo que creía correcto, costara lo que costara.
Su madre se levantó con violencia y se acercó a el echa una furia
- ¿Quién te crees qué eres para hablarnos así?
- No le pegues – Le dijo su padre
Pero ella no le escuchó, levantó la mano y le dio un bofetón, hubo una pausa, y entonces empezaron los golpes, uno tras otro, cada vez más fuertes, sin descanso. Con la zapatilla, con el puño o con la mano abierta, daba igual… le pegaba…
Él estaba de lado, al darle el bofetón le había dado en las gafas, y no quería que se las rompiera, costaban caras.
Aguantaba los golpes, sin decir nada, sin soltar algún quejido, mientras una triste lágrima se deslizaba por su rostro. Mientras su madre le pegaba, le insultaba, le gritaba, le humillaba. ¿Se sentía más mujer por pegarle? ¿Se sentía mejor? ¿No veía lo que estaba haciendo? ¿No entendía...?
A su mente acudieron ideas de defenderse, era más fuerte que ella, podría pararla, podría matarla sin esfuerzo, y también podía librarse de su padre si actuaba de forma rápida... lo sabía… Pero desechó las ideas, él no era como ellos.
Él no sería nunca como ellos.
Así que siguió aguantando cada golpe, hasta que su madre paró, ¿había terminado la tortura?
- ¡Mírame a la cara! – Le gritó, pero él no se movió - ¡Que me mires a la cara!
Le cogió del rostro y vio la mirada de odio que había en los ojos de su hijo. Ellos habían provocado eso, ellos eran los culpables de su odio, de su rabia, de que su vida se agotara, ellos le habían matado. No soporto ver mucho esa mirada, porque le volvió a pegar aún más fuerte, y en el rostro, las gafas se torcieron…
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Dedicado a mi querida Maestra Boloñesa, por ayudarme, aguantarme y aconsejarme (L)!