De pronto sintió algo tras ella, y no necesitó volverse para saber
que él estaba echado a su lado. Incluso sintió su brazo rodeándole la
cintura. No lo notaba como algo corpóreo, sino como una cosa parecida al
roce de la brisa, a la calidez de un rayo de sol, a la frescura de un
día de lluvia. Sin embargo, la reconfortó infinitamente. Suspiró y se
acurrucó junto a él. No podía tocarlo, pero podía sentirlo y toda su
alma respondía ante aquella presencia.
— No me dejes sola — suplicó en un susurro —. No me dejes nunca.
— Nunca — prometió, y su voz sonó muy cerca del oído de ella, en lo más hondo de su mente y en lo más profundo de su corazón.
♥
No hay comentarios:
Publicar un comentario